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XALAPA, VER. 7 de Julio .- ¡ADELANTE! Desempleo, pobreza, hambre José Valencia Sánchez Sucede en Xalapa y cualquier población grande, mediana o pequeña del estado y de la república. Pululan hombres y mujeres sin empleo, sin dinero para la manutención de sus seres queridos. Hace dÃas, en Ãvila Camacho, saludé a un amigo que me confesó: “No tengo trabajo, no he comido nada y no quiero ni llegar a mi casa, porque no he conseguido ni un peso para llevar alimentos a la familiaâ€. En mi oficina me visitan diariamente infinidad de personas para solicitar trabajo, “de lo que seaâ€, aunque hayan estudiado carrera universitaria. Aceptan cualquier salario, por raquÃtico que éste sea. Conozco familias en Xalapa que apenas medio comen una vez al dÃa si bien les va. Y pobre de quien tenga la mala suerte de enfermarse, porque le será imposible consultar al médico y comprar medicamentos por falta de liquidez. Dramáticas escenas antes vistas sólo en pelÃculas, leÃdas en novelas de ficción de siglos pasados o paÃses remotos, hoy están frente a nuestros ojos, con gente de carne y hueso. Desempleados desesperados, con disimulada hambre y sin un centavo en el bolsillo, deambulan por calles, oficinas gubernamentales y privadas, domicilios particulares y espacios públicos, con la ilusión de recibir apoyo de alguien. Mujeres y hombres que en tiempos idos desempeñaron trabajos dignos y decorosos o se dedicaban a negocios lucrativos y vivÃan con ciertas comodidades y hasta lujos, hoy sufren los efectos de la severa y galopante crisis económica. Personas amigas, sin ruborizarse unas, soportando su vergüenza otras, piden prestados 50, 20 pesos o menos por necesitarlos con urgencia para adquirir tortillas o cualquier mendrugo para sà o para sus seres amados. No son flojos ni mendigos, sino desempleados que no encuentran trabajo en empresas privadas, ni en dependencias oficiales. Menos en domicilios particulares, donde otrora habÃa suficiente demanda de mano de obra para diversos oficios domésticos. Cada noche, padres y madres de familia concilian con dificultad el sueño, por la angustia de no saber si al dÃa siguiente habrá comida para sus hijos. La única esperanza vislumbrada en lontananza o muy en el fondo de la caja de pandora, es que esta agobiante penuria sea transitoria y no haya venido para quedarse per saecula saeculorum.
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